Somos muchas las mujeres que sentimos o hemos sentido alguna vez dolor durante nuestra menstruación. En mi caso el dolor era tal que tenía que abandonar mi clase en el instituto e irme para casa casi llorando con un gran malestar. Sin embargo, recuerdo haber siempre comentado a lxs profesorxs mi realidad: "Me encuentro fatal, estoy con la regla y me voy a ir a casa". Las reacciones eran variadas, sin embargo, diré que siempre encontré comprensión o al menos eso percibía. Vamos que no me importaba mucho si me entendían o no simplemente lo comunicaba para irme cuanto antes.
Siempre me pregunté el por qué de este dolor, mentalmente buscaba la causa una y otra vez. Otras veces la pregunta era ¿Por qué yo? Mi cuerpo adolescente no entendía la razón porque la mujer tenía que experimentar esos dolores cada mes. Sin embargo, nunca sentí que no quería ser mujer. Muchas veces recuerdo haber salido fortalecida de cada ciclo, por haber superado ese dolor. Así lo gestionaba mi ser adolescente.
Sufrir la menstruación en vez de experiementarla, vivirla, saborearla, investigarla, indagarla...es lo que solemos hacer la mayoría de nosotras. Nos han transmitido que, al igual que los partos, las reglas son dolorosas hasta el punto de que hay ocasiones en las que renegamos de nuestro propio género.
Ilustración: Luis S. Parejo |
Pero ¿de dónde viene este dolor? ¿por qué se produce? ¿para qué está ahí? Son preguntas que casi nunca nos hacemos. Simplemente nos desconectamos de nosotras mismas, de nuestro cuerpo y renegamos de nosotras mismas.
¿A qué nos lleva todo esto? A un círculo vicioso de desconocimiento y desconexión, que por otro lado es comprensible y lógico si no conocemos otra manera de hacerlo.
El círculo se inicia por la desconexión del ciclo impide nuestro proceso vital de autoconocimiento de nuestra naturaleza real y de conectar con nuestro potencial y sabiduría internos. Desconectadas vagamos por este mundo lineal, adaptándonos a él desde pequeñas y sintiéndonos cada vez más frustradas y perdidas. No sabemos dónde estamos, dónde queremos estar, y peor aún, quiénes somos.
Esto se traduce en que vivivos contranatura de nuestra esencia cíclica, y como respuesta el cuerpo se altera de una u otra manera. Y precisamente esta alteración corporal desde lo interno nos produce diferentes síntomas como molestias, dolores, irregularidades, etc. que nos están avisando que algo no está bien.
Y justo ese dolor vuelve a mover el círculo vicioso pues no lo percibimos como una oportunidad de cambio que nos avisa de algo, sino como un achaque más por el hecho de ser mujer. Es ahí cuando el dolor se transforma en sufrimiento, se encalla. Esta percepción de que ser mujer es sufrir es la que nos acaba de desconectar y seguir moviendo la rueda, volviendo a renegar de nosotras mismas, de nuestro cuerpo y de nuestro útero, sin plantearnos el para qué de este síntoma, qué me dice, qué pasa aquí.
El cuerpo que habitamos es sabio y nos va indicando el camino si le dedicamos tiempo y le escuchamos. Cada segundo nos brinda la oportunidad de conectar con nuestro cuerpo que tanto desea transmitirnos, quizá nos diga que necesita descanso, o nos demos cuenta que tenemos mucha tensión en una zona del cuerpo, o que tenemos que aprender a soltar, o a querernos, o que no hacemos lo que realmente deseamos, o que no sabemos poner límites en nuestras relaciones....Mil y un mensajes dependiendo del momento y de la mujer.
Si permanecemos en el sufrimiento no podremos avanzar hacia el autoconocimiento de nuestro cuerpo y naturaleza femenina. El sufrimiento nos ancla y apega, el dolor nos revela secretos y podemos trascenderlo. Decía Buda "El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional".
Las mujeres estamos vinculadas desde los inicios de los tiempos al dolor y al sufrimiento, de hecho muchas somos grandes "sufridoras". Ya desde que Eva, cuando se nos condenó a la mujer a tener los hijos con dolor. Estos esquemas están tan inmersos en nuestras células que muchas veces aún siendo conscientes de ello nos cuesta salir de esos roles de mujeres sufridoras. Es nuestra responsabilidad hacerlo, romper estos esquemas para poder gobernarnos.
Conciliarnos con el cuerpo es un buen inicio para conectarnos con nuestra menstruación. Tomar conciencia de nuestro cuerpo, darle amor, caricias, mimarlo....o lo que sea preciso.
De aquí me surge las preguntas siguientes: ¿Cómo habito mi cuerpo? ¿Cómo me comunico con mi cuerpo? ¿Y con mi útero? ¿Cuánto conozco de mí misma?
En futuras entradas hablaremos de las diferentes maneras de tomar más consciencia del ciclo y de cómo aliviar los dolores. Un primer paso podría ser, al menos a mí me resulta, hablar de mi ciclo con naturalidad, de cómo lo vivo, de cómo lo siento, de cómo me duele.... ¿Por qué esconder las compresas cada vez que nos camnbiamos como si fuésemos a hacer algo malo? Buscar espacios dónde compartir con otras mujeres, también con hombres. Dar luz al ostracismo y a la oscuridad en la que tenemos metida a nuestra menstruación. Ella y nosotras nos merecemos darno luz. Hablar de nuestra menstruación ello nos hace valorar algo que es inherente a la mujer, que es nuestra esencia cíclica, es una manera de honrarla.
Paso la bola Y TÚ ¿CÓMO VIVES TU MENSTRUACIÓN?