¿Qué no suelto? ¿A qué me aferro? ¿Por qué no libero el dolor? ¿Qué me da miedo? ¿Me agarro a lo conocido? ¿Y si traspaso los límites?¿Y si atravieso el dolor?
Este ha sido mi guión mental este fin de
semana. Estoy en la mente...vivo en ella.
Parece que la vida te pone delante lecciones pendientes que esperan ser aprendidas. Creemos tener superadas mil historias, sin embargo de repente nos encontramos inmersxs de nuevo una y otra vez en las mismas situaciones.
Fue el viernes pasado cuando me disponía a escribir sobre cómo aliviar los dolores menstruales (dismenorrea). Justo mi menstruación (mi luna) pedía paso a través de mi vagina y de mis muslos. Parecía ser una luna agradable y de lo más amorosa. Sin embargo, empecé a notar ligeros calambres en los riñones y en mi bajo vientre. Entonces me contraje ante el temor de que vinieran los dolores. Reminiscencias grabadas en mis células de experiencias pasadas. Y efectivamente eso pasó. Entré en la espiral del dolor y de la confusión.
En esa vorágine de malestar
físico el cuerpo se contrae, se tensa, lo que hace que el dolor aumente, no se
liberan las tensiones, los bloqueos permanecen….
Y en esta locura física en el
momento más oportuno y de la manera más
oportuna del mundo aparece una hada hermosa con su varita mágica que me
pregunta ¿qué relación tienes con tu cuerpo? Catacrapftz hice por dentro….. Me
rompí.
¿Qué relación tengo con mi
cuerpo?
Amorosa? Rencorosa? Rígida?
Flexible? De desconexión? De consciencia plena?....
Y de esa pregunta surge otra ¿Cómo
habito mi cuerpo?
Y de ahí ¿desde dónde lo habito? Desde la mente....frecuentemente...
Y después de esa ¿Habito mi cuerpo?
¿Siempre? No, siempre no. Voy y
vengo. Vengo y voy….
¿Qué necesito? Bajar, tocar tierra, pisar suelo, ir a mi vientre, a mi cuenco nutridor, a lo flexible, curvilíneo, adaptable, receptivo, a mi oscuridad....
Y así voy soltando….el dolor
permanece….lo traspaso….permanece…pero más ligero…está ahí para que aprenda…le
pregunto ¿qué quieres mostrarme? Guarda silencio.
Quizá no quiera nada, o al menos
no lo que yo quiero que quiera…quizá simplemente necesita ser visto, atendido,
o quizá sea mi cuerpo el que necesite ser visto y atendido, o mejor aún
habitado.
¿Y cómo lo habito? ¿Soy habitante de mi cuerpo? ¿Vivo en él?
Sí, cuando atiendo sus
necesidades básicas, descansando cuando lo precise, moviéndome para liberar,
nutriéndome de alimentos, emociones, vivencias, personas…., escuchándolo,
atendiéndolo, dándole mimos, caricias, placer…
Ah! Ya entiendo. Si habito mi
cuerpo, el dolor seguirá siendo dolor, pero es un dolor distinto que cuando
estoy en mi mente y en el miedo.
Para ello, respetaré mi cuerpo,
lo danzaré, lo gozaré, lo amaré, lo tocaré, lo nutriré, lo reposaré…
Ese es el secreto, escuchar los
mensajes sabios de mi cuerpo. Pero más importante aún atenderlos.
Mi vientre y mi útero lo
agradecerán.
Mientras tanto bailaré descalza
bajo la luna con danzas espirales…mientras
tanto descansaré en mis lunas nuevas sangrantes….mientras tanto exploraré mi
cuerpo, cada curva, cada pliegue….mientras tanto escucharé sus mensajes
sabios..mientras tanto habitaré mi templo…lo respetaré y honraré.
Este es mi regalo para vosotras mujeres sangrantes...mi vivencia con mi dolor y mi cuerpo y mi luna...os lo entrego desde mi vientre, con gran amor para que os ayude a conectar, a habitaros....
Os espero en la Luna.